¿Qué hacer cuando no se sabe qué hacer?

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Los momentos mas incómodos suceden en esos días donde nos vemos atrapados entre tantas cosas, donde no sabemos para donde ir. En algunas ocasiones sabemos todo lo que se debe hacer, lo que es importante y lo que no tanto, pero nos llenamos de tareas menores, menoscabando el avance de la principal, lo que se denomina en tiempos modernos como: «procrastinación«.

Cuando nos vemos acorralados en alguno de esos momentos utilizamos 4 herramientas o técnicas que por lo general nos dan resultado y que queremos compartir:

1) Hacer una lista. Para quienes tenemos un costado más analítico, el agarrar un papel y un lápiz nos resulta fundamental. Comenzamos a escribir todas las cosas que debemos hacer, las ordenamos según su importancia y urgencia, y comenzamos a anotar los pasos previos para alcanzar las tareas.

Esto nos permite darnos cuenta que es «todo» lo que tenemos dando vueltas en la cabeza, logramos identificar lo que nos abruma y definimos las tareas que debemos cumplir en las próximas horas o a lo largo del día, para llegar a alcanzar nuestros objetivos.

Además, el ir tachando cosas de esa lista nos genera esa sensación de que se está avanzando, podemos ver lo que se hizo en el último tiempo y no caer en la creencia y el desanimo de que hemos pasado todo el día sin hacer  nada.

2) Charlar con alguien. Nos sucede a menudo, que cuando le contamos a otra persona lo que sentimos, o lo que nos está sucediendo, podemos tener rápidamente otra mirada del problema. Además el tener que explicar y hacer que el otro lo entienda, ayuda a identificar las causas, algo fundamental ya que es lo que deberemos atacar para solucionar de raíz el problema y no simplemente apagar los incendios que son producto de esa problemática principal.

Normalmente lo charlamos con gente de confianza, de quienes valoramos su opinión, ya que nos dirán cuando piensen distinto, o nos golpearán (incluso virtualmente) cuando lo consideren necesario.

3) Cuando lo anterior no se puede lograr por algún motivo, se puede charlar con uno mismo. ¡Ojo! No hay que confundir a la gente que habla sola con la clásica imagen de los «locos». El diálogo interno es un ejercicio muy bueno, que permite preguntarse cosas en voz alta y tener que darnos explicaciones o respuestas. Los diálogos interiores son la base de las mejores ideas y soluciones a nuestros problemas cotidianos.

4) Por último, muchas veces debemos dar un paso hacia atrás, tomarnos una hora, un café o distraernos en un espacio donde podamos pensar más tranquilos.
Esto permite tener una mayor perspectiva del problema, analizarlo desde varios puntos de vista y descubrir nuevas opciones que quizás en medio de la cotidianidad no se presentan como posibles.

Si logramos utilizar estas ayudas, ya habremos invertido nuestro tiempo en cosas útiles para salir adelante.

¿Alguna otra ayuda que practiques y que quieras compartir con nosotros?

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